Según palabras de
Herbert Read (poeta y crítico británico – 1893-1968), deberíamos considerar que
el arte por muy realista que sea, no debe ser nunca una afirmación de la
realidad, pero si debe ser una afirmación de la capacidad del ser humano de
crear algo que va más allá de la realidad. Este algo sin duda es el dotar de
vida propia, de sentimientos, de mensaje, sutil o no a la obra de
arte................................................
Me imagino a Aminta Henrich tomando
un lienzo blanco, lo coloca en su caballete, piensa un momento, tal vez toma un
lápiz o un pincel y traza en el aire unos movimientos simulando las líneas de
la obra que va a empezar, disfrutando de estos momentos supremos, iniciando el
acto estético que la obra precisa. El brillo de sus ojos delata el goce que
proporciona la aventura de crear en que va a
sumergirse.................... Ya dejó atrás las dudas y también a los
pequeños demonios que emergen en todo momento creados por la sociedad que
nos a tocado vivir y se aísla de todo, pensando únicamente en su creación.
Aprovechando tal vez la textura del
soporte o utilizando los recursos técnicos necesarios para su trabajo,
Aminta se entrega en cuerpo y alma a la obra, primero con seguridad controlada,
para poco a poco olvidarse de este control y lanzándose con pasión en el acto
creativo. Los pinceles volando como pájaros de colores son conducidos por
Aminta Henrich para dejar sus huellas en el lugar justo, donde como teselas de
un mosaico van ocupando el lugar por ella asignado en el espacio de su
creación.
Los elementos simbólicos usados por
Aminta en su obra van quedando ubicados en el lienzo, considera el significado
del significante como elemento primordial para la correcta lectura de su
trabajo y deja visible sin duda el espacio – tiempo que va implícito en la propia
vida humana.
Después de unas horas frenéticas,
renace el silencio, es el momento de observar de reflexionar ante el trabajo
realizado, la sensación de haber llegado a lugares ignotos, espacios de difícil
acceso, imposibles para la mayoría, lugares donde la limitación humana es
extraordinariamente superada por su técnica y su arte. Aminta narra en su
espacio limitado del lienzo, un mundo sin limitaciones. un universo, que aunque
personal, lo pone al alcance de todos. No son necesarias las palabras, su obra
es como un gran libro que nos cuenta como es el antes y el después, no
condicionando nunca el aquí y ahora, por considerar que esta limitación no
estaría de acuerdo con su obra universalmente ilimitada.
El arte como manifestación personal,
está profundamente potenciado por las circunstancias de la vida de cada
individuo (artista), intervienen sin duda cooperando en la realización del
hecho estético, todo el bagaje físico – anímico recopilado en la vida del
creador y surgiendo según las necesidades de la obra y en el momento en que
esta va a ser creada, debemos pensar pues, que intervienen en el acto
artístico. – Los recuerdos, los deseos, los medios de comunicación, así como
también el entorno humano, lo cotidiano, que con sus buenas o malas experiencias
tiene una importancia relevante, pues es el medio donde el artista se
desenvuelve.
Debemos pensar en primer lugar
que Aminta Henrich es peruana, nacida en la ciudad de Lima, sin duda pues, el
país y la ciudad en especial, los recuerdos de su niñez, la historia de su
patria, la cultura peruana, las canciones, los bailes, la música, los amigos,
los vecinos, incluso el cielo estrellado de la noche limeña, influyen en la
obra de esta gran artista. Ella pues en su trabajo queriendo o sin querer, no
podrá evitar nunca este mundo de sensaciones vividas en el hacer de su obra.
Esto pues conlleva a creer que Aminta
como artista y a través de su trabajo, es transmisora de su cultura y
embajadora del Perú dondequiera que se conozca su arte.
Es un honor, a mi modo de ver, para
el pueblo peruano tener entre sus hijos una artista como Aminta Henrich,. Para
ella y también para el Perú deseo de corazón que su trabajo sea enteramente
reconocido.
Pere Ventura
http://pereventura.blogspot.com/